sábado, febrero 10, 2007

El cambio de la cultura organizacional que demanda la gestión escolar: ¿una discusión epistemológica o ideológica?

Entre los cambios de la cultura organizacional que aparecen necesarios –según diversos estudios- para mejorar la eficacia y eficiencia del sistema educativo figura el de la gestión local de los procesos y recursos educativos que constituiría un factor relevante en los procesos educativos de calidad. Es decir, que el fortalecimiento de los centros educativos como unidades básicas de decisión / operación del sistema y de las políticas educativas (mayor autonomía en la gestión / descentralización) permitirá una apertura de espacios locales para la articulación de políticas públicas (nacionales y locales) lo que generaría un replanteamiento del modo de organización y trabajo de las escuelas.

Otro aspecto de gran relevancia se le atribuye a la profesionalización docente (entendiendo al desarrollo de competencias como el conjunto integrado de conocimientos, capacidades, representaciones y comportamientos movilizados para resolver problemas profesionales). Estas condiciones que son equivalentes a toda profesión y que requieren el desarrollo permanente de capacidades de reflexión, de creatividad, de decisión y de acción altamente profesionalizadas.

El recurso humano debe ser conducido y estimulado hacia la innovación metodológica, tecnológica y de diseño instruccional; capaz de generar las capacidades institucionales para la actualización de los profesionales de la educación. Esta demanda, es decir, la construcción de un intelectual, un experto, con un sólido sustento teórico-practico, capaz de desenvolverse exitosamente en una realidad dinámica y compleja, aparece como un imperativo clave en la transformación del modelo educativo. Solo profesionales con estas características podrían de manera eficiente y eficaz participar - desde la perspectiva de la teoría organizacional - e implementar un modelo de gestión educativa que sea concebido como un conjunto de procesos teórico-prácticos integrados horizontal y verticalmente dentro del sistema educativo, para cumplir con los mandatos sociales. Como un saber de síntesis, capaz de ligar conocimientos y acción, ética y eficacia, política y administración, en procesos que tiendan al mejoramiento continuo de las prácticas educativas, a la exploración y explotación de todas las posibilidades y a la innovación permanente concebidos como proceso constructivo y complejo.

Un tercer factor a considerar, son los nuevos gestores (nuevos equipos directivo) que deberían estar en condiciones de señalar nuevos horizontes y trayectorias, desarrollar negociaciones y elaborar compromisos. Estos deben reunir a los actores involucrados, liberando de ellos toda la energía creativa y transformadora (liderazgo). Los liderazgos directivos y su gestión educativa implica la posesión de capacidades básicas relacionadas con la abstracción, el pensamiento sistémico, la experimentación y la capacidad de trabajar en equipo

Finalmente, diversos estudios dan cuenta de la necesidad de reconstrucción de las relaciones de poder en la escuela, configurando relaciones de colaboración y “colegialidad”.

Como explicaré, más adelante, la fundamentación teórica planteada como un “imperativo”, posee ciertos puntos débiles, aunque –a mi juicio- no necesariamente es errada del todo.
La idea de la configuración del advenimiento de sociedades con características propiamente postmodernas en Latinoamérica, particularmente la sociedad chilena, es, a mi juicio una afirmación aventurada. Un planteamiento de análisis de esa naturaleza es más bien ideológico que teórico y restrictivo (las sociedades latinoamericanas presentan la coexistencia de características y estructuras mentales nítidamente premodernas y modernas). En efecto, la coexistencia de diversas estructuras mentales no pueden ser explicadas exclusivamente por variables exclusivamente economicistas, que circunscriben el análisis al nivel de crecimiento material de las economías, sobretodo en sociedades donde la distribución del ingreso es tan inequitativo. Nos encontramos más bien encaminados hacia un proceso de polarización social que hacia uno de segmentación social. En este sentido, las variables sociológicas, antropológicas, políticas e históricas le otorgan a los procesos de modernización un carácter único a Latinoamérica y que no pueden ser comparados o extrapolados hacia experiencias históricas europeas (por ejemplo como el caso español, irlandés ni neozelandés) o las experiencias del sudeste asiático sin dejar de caer en análisis sesgados, parciales y muchas veces con un fuerte componente ideológico.

Respecto al planteamiento de la existencia de paradigmas que surgen y pretenden responder a los nuevos imperativos sociales de una acelerada transformación para adecuarse a los desafíos planteados por la postmodernidad “saltos cualitativos respecto del desarrollo y la divulgación instantáneos de las comunicaciones y la información” desconoce la paradoja coexistente globalización y particularismos. Finalmente, como resultado del ritmo creciente de cambio, se provoca una aceleración y diversificación de los mismos cambios en la construcción de paradigmas. En este nivel del análisis, se pasa a un plano eminentemente de discusión epistemológico y porque no decirlo ideológico. ¿Necesidad de metaparadigmas?

Los modelos de análisis de la realidad social han tenido la pretensión de explicar la realidad utilizando principios y métodos de análisis que en algunos casos han sido trasplantados desde las ciencias naturales y la evidencia histórica ha demostrado lo restrictivo de sus resultados explicativos y de intervención sobre la realidad. Teorizar sobre la realidad social ha generando modelos de análisis descontextualizados y por ende sus resultados son evidentemente parciales. Hoy en día, planteamientos epistemológicos derivados de la experiencia científica, aportado por desaparecido neurobiólogo Dr. Francisco Varela, nos plantean una salida, a mi juicio satisfactoria, de cómo comprender, intervenir y modificar la realidad. (también se hace necesario mencionar los aportes del enfoque epistémico dialéctico-crítico planteado el Dr. Hugo Zemelman)
Si bien es cierto, parece absolutamente razonable y aceptable, que el concepto de colaboración se constituya en uno de los ejes articuladores e integradores de la acción, la planificación, la cultura, el desarrollo, la organización y la investigación, no debemos obviar que la relación local-global, lo particular y lo colectivo interactúan, se construyen y desconstruyen en una armonía permanente, diversa y sin una direccionalidad (necesariamente determinada) ni se pueden explicar por categorías exclusivamente racionales.

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